Margaret Keane, otra estrella eclipsada por el nombre de un hombre.
Nacida en Tennessee en 1927, es una artista estadounidense reconocida por los grandes ojos de los protagonistas de sus cuadros. Empezó a pintar bocetos en la Iglesia local, los cuales se caracterizaban por los ojos de los ángeles, que eran inusualmente grandes. Se formó en Watkins College Art y años después empezó a ganar popularidad por sus cuadros al óleo de mujeres, niños y animales domésticos con ojos grandes, o eso creía ella…
La historia comienza cuando a mediados de los 50, conoce al que posteriormente se convertiría en su segundo marido en una exposición de arte, pues él también era pintor, aunque con bastante menos de éxito. Margaret, que tenía una hija a la que mantener y ganas de empezar una nueva vida, vio en él una figura de protección que le proporcionaría seguridad para poder cumplir sus metas.
Walter, que así se llamaba su esposo, rápidamente se dio cuenta de que las pinturas de Margaret eran muy bien recibidas por el público estadounidense y empezó a venderlas como propias. Bajo la firma “Keane” que reposaba en las esquinas de los cuadros, era muy fácil hacerlo a escondidas de Margaret, que tardó dos años en darse cuenta de la farsa. Una noche, ella acudió al club donde él vendía sus pinturas, y alguien se le acercó y le preguntó “y usted, ¿también pinta?”. En ese momento descubrió lo que su marido había estado haciendo todo este tiempo.
Aunque se enfrentó a su marido al llegar a casa, él se justificó y alegó que era demasiado tarde para dar marcha atrás, así que se mantendrían fingiendo que él era el autor de los cuadros. Aunque Margaret no estaba para nada de acuerdo con esto, había sufrido amenazas por parte de su marido y temía por lo que le pudiera pasar a ella y a su hija si decidían marchar de allí, así que no tuvo más remedio que aceptar.
Walter comenzó a darse a la vida de rico de una mala manera, gastando los beneficios de los cuadros en mujeres y alcohol. Mientras tanto Margaret pasaba 16 horas al día en su estudio, creando cuadros sin parar. A principios de los 60 los cuadros de Margaret se vendían en todo el mundo.
En 1965, Margaret, harta de aguantar tantas humillaciones, se divorció de Walter y se mudó a Hawái con su hija. Él seguía muy seguro de que los cuadros eran de autoría propia aun después del divorcio.
Unos años más tarde, Margaret decidió que no seguiría mintiendo y contó toda la verdad, aunque su ex – marido no se lo puso nada fácil, pues enseguida se defendió lanzando sobre ella falsos testimonios: “ella es una infiel y una mentirosa compulsiva, ¿a quién van a creer?”. Margaret, que no se achantó ante tales acusaciones, lo retó a pintar un cuadro a la vez que ella en público, y él se negó. A mediados de los 80 apareció de nuevo para decir que su esposa se había atribuido la autoría de los cuadros pensando que él había muerto.
Margaret no pudo más y denunció a Walter por difamación, metiéndose en un juicio que duró varias semanas. Finalmente el juez pidió a ambos que hicieran un cuadro. Mientras Walter se negó asegurando tener una lesión en el hombro, Margaret realizó un retrato de un niño con enormes ojos tristes en unos 53 minutos.
El juez lo tuvo claro entonces y le concedió a Margaret una indemnización por daños psicológicos, emocionales y morales, además de la autoría de los cuadros.
Ella ahora vive en California, donde vende su arte, en paz consigo misma una vez recuperada su propia identidad. En una entrevista relativamente reciente, comenta que quizá la apariencia triste y melancólica que sus personajes expresan a través de sus ojos, representan la opresión que ella sintió durante todos esos años en su propia vida.
Para finalizar, recomendamos la película en la que Tim Burton no dejó pasar la oportunidad de homenajear a esta gran artista, llevando su vida a la gran pantalla.
María del Amor Nicolás Clemente